Hasta el cielo

|
A veces sueño con que estoy en un ascensor subiendo a toda velocidad, hasta que de pronto me escupe hacia el final del cielo. Después suelo despertarme, a no ser que esté en el metro. Entonces me da un ataque de ansiedad.

Declaración de intenciones ajenas

|
Yo creo que cuando uno compra una china, el camello debería darle un usuario y contraseña, tras haberle debidamente abierto un blog previamente.

Se acabó el romanticismo

|
Después de tanto tiempo, ahora que cuento con la tranquilidad suficiente como para poder reposar las cosas, miro a la lontananza, y me digo: "Ha tardo tanto tiempo en cargar la página principal de blogger, que ya no me acuerdo lo que iba a escribir aquí".


"Blame it on the boogie"
The Jackson Five

Miopía

|
Érase una vez, un maravilloso lugar con algún que otro defecto. Un sitio increíblemente bello e imperfecto, bonito pero desordenado, con un jardín eterno, con encanto, pero malcuidado, y una gente torpe, pero de lo más atractiva. Un lugar en el que las fiestas siempre continúan, aunque a veces pecan de aburridas. Bebida en exceso, así como gente excesivamente bebida, y canapés ricos, pero demasiado secos. Un lugar en el que uno está bien, hombre... se iría, pero también podría quedarse. Un lugar en el que se ve bien de cerca, pero no de lejos. Un lugar con gafas, y con bufanda de rayas.

La cocina

|
La casa de mis padres tenía una cocina muy amplia, en la que se organizaban largas tertulias. Era lo suficientemente grande como para que en el centro hubiera una mesa, rodeada de cuatro sillas, en las que nos sentábamos a hacer compañía a mi madre, mientras ella se movía de un mueble a otro, pelando cebollas, cortando dientes de ajo, y colocando la mesa. El perro siempre tumbado en una esquina, y todos a su alrededor acomodados de manera que ella tuviera libertad de movimientos. La luz entraba desde el patio, a través de un balcón con una ventana, y siempre se escuchaba el sonido de una radio de fondo, procedente de otra cocina, dentrás de otro balcón de algún piso más abajo.

Una mañana muy tranquila, yo debía tener unos 10 años, recuerdo que, para combatir el aburrimiento, me acerqué y le pregunté a mi madre si me enseñaba a cocinar. "Quédate aquí conmigo, y vas viendo cómo hago la comida. Es un buen comienzo", y eso hice. Me pegué a ella e íbamos de un lado a otro, de la nevera a la sartén, y de la sartén a la encimera para cortar más cebolla sobre la madera. Charlábamos, no recuerdo sobre qué, cuando de pronto se le cayó un trozo de carne al suelo. Lo recogió con rapidez y se excusó conmigo, muy segura de sí misma, mientras devolvía el trozo de carne a su sitio, diciendo: " Este es el secreto del chef", y me guiñó el ojo.

No entendí muy bien aquello, pero supe en seguida que, mi madre, sabía lo que hacía.

Esbelta

|
Estoy harta. H-A-R-T-A. Estoy hasta esbelta, de tan harta que estoy. Estoy tan harta que estoy hasta más alta. Y más guapa no, porque no se puede. Porque se me rompe la cara de guapa. Y si no te lo crees, pregúntaselo a cualquiera. ¡Eh, tú! ¿estoy guapa? Bah, ni siquiera contesta. Porque estoy harta, esbelta, y guapa.

Mi vida

|
Últimamente, mi vida funciona mejor cuanto más apartada me mantengo de mi buzón de correo.

Inicio

|
Este blog se llama así, porque nace producto de una tarde noche con mi hermano, en la que yo estaba de bajón, y él consiguió quitármelo de lo un plumazo, porque sabe lo que me gusta un bar, y cómo me gustan.

A partir de aquí, lo demás son, o mejor dicho, serán relatos.