La cocina

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La casa de mis padres tenía una cocina muy amplia, en la que se organizaban largas tertulias. Era lo suficientemente grande como para que en el centro hubiera una mesa, rodeada de cuatro sillas, en las que nos sentábamos a hacer compañía a mi madre, mientras ella se movía de un mueble a otro, pelando cebollas, cortando dientes de ajo, y colocando la mesa. El perro siempre tumbado en una esquina, y todos a su alrededor acomodados de manera que ella tuviera libertad de movimientos. La luz entraba desde el patio, a través de un balcón con una ventana, y siempre se escuchaba el sonido de una radio de fondo, procedente de otra cocina, dentrás de otro balcón de algún piso más abajo.

Una mañana muy tranquila, yo debía tener unos 10 años, recuerdo que, para combatir el aburrimiento, me acerqué y le pregunté a mi madre si me enseñaba a cocinar. "Quédate aquí conmigo, y vas viendo cómo hago la comida. Es un buen comienzo", y eso hice. Me pegué a ella e íbamos de un lado a otro, de la nevera a la sartén, y de la sartén a la encimera para cortar más cebolla sobre la madera. Charlábamos, no recuerdo sobre qué, cuando de pronto se le cayó un trozo de carne al suelo. Lo recogió con rapidez y se excusó conmigo, muy segura de sí misma, mientras devolvía el trozo de carne a su sitio, diciendo: " Este es el secreto del chef", y me guiñó el ojo.

No entendí muy bien aquello, pero supe en seguida que, mi madre, sabía lo que hacía.

3 comentarios:

Percival H. Fawcett dijo...

La cocina de mi niñez era muy del estilo de la vuestra , pero ahí no había chef que valga : mi abuela era la que cortaba el bacalao , pero literalmente ...

coco dijo...

Las madres siempre saben lo que hacen, querida, que por eso nos parieron tan rebonicos a todos.

Eduardo Abela dijo...

No sé si es cierta o inventada, pero desde luego es una historia preciosa.

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