Sábado 26 de septiembre. Armenia. Diario de viaje.

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A las 7 de la mañana nos recoge otro coche distinto en la puerta del hotel, una furgoneta hiundai (no sé si se escribe así) de color negro, que la conduce Mah-nu-vel , o algo así, pero para nosotros en seguida ya es Manuel. Al hacer las presentaciones, se queda con nuestros nombres, y cuando llega al de Dolores, comenta: “¡Dolores Ibárruri!”, entusiasmado. Y claro, nos quedamos flipados.

No hace frío, y eso que aún no ha amanecido del todo. Frente al hotel hay una tienda de bebidas que abre las 24 horas, y desde el coche descubrimos que también hay ya abiertas algunas tiendas de flores, con clientela dentro. Hay poco tráfico, así que no tardamos en salir de la ciudad. En mitad de la carretera, le pedimos a Manuel que pare, porque empieza a amanecer y las vistas del monte Ararat medio cubierto por las nubes son espectaculares, aunque él en seguida nos aclara que aquello no es Armenia, que es Turquía.

(Pensaba subir una foto del monte Ararat amaneciendo, todo muy bonito y muy saturado de azules, pero mira, me hace más gracia ésta, que parece España en los 70)

Continuamos dirección a Garni, por una carretera algo caótica, cruzando rebaños de ovejas, vacas, gente viajando en burro, casitas bajas con jardines de árboles frutales repletos de manzanas, higos, peras, granadas, y quioscos de bebidas y frutos secos.

Hasta que llegamos a una zona amurallada con una puerta metálica cerrada con llave. No nos da tiempo ni a titubear, porque en seguida nos viene un hombre y nos abre. Y esto es lo que encontramos:

Se trata de un templo romano reconstruido en varias ocasiones, situado sobre un precipicio que termina en un río rodeado de vegetación. Junto a él, hay unos baños romanos y las ruinas de una iglesia de la primera época de la Cristiandad. Los carteles informativos son algo confusos, ya que hay diferentes conclusiones sobre las fechas de la construcción inicial. Pero mientras los leemos, escuchamos la música que ha empezado a sonar a través de unos altavoces que recorren el lugar: la banda sonora de la película Glatiator, en la que participa el maestro armenio del duduk, Casparian.

Continuamos hacia Geghard, un templo amurallado en mitad de un valle, construido de la roca de la montaña, en el que al principio el guarda no nos deja grabar, pero entre él y Edu hacen algunas llamadas y el tema se soluciona. Encima del templo, apoyados sobre la montaña, hay unas cajas de madera azul que nos cuenta este hombre que son paneles de abejas. De pronto, comienza a aparecer gente arreglada, con cestas engalanadas con flores y bebidas, el guarda desaparece, y vuelve con una casucha de colores brillantes y capucha negra, entra en el templo y comienza a oficiar una misa. Es el bautizo de un niño como de unos 11 años, y de una pareja más mayor.

Volvemos a Garni a devolver el CD de duduk que hemos comprado y que no funciona, y aprovechamos para comer en una taberna que tiene mesas sobre el acantilado: dos tipos de pan casero (uno de ellos muy fino, como para enrollar la comida dentro, y el otro como de pueblo) queso, ensalada de tomate y pepino, cordero y un plato con manojos de perejil, albahaca, cebollino y cilantro.

(Esta es una iglesia en construcción, me pareció presioso el rollo de los andamios)

Y regresamos a Yerevan. Paramos a grabar una especie de rastro o mercadillo de las pulgas, con puestos de pinturas, todo tipo de cachivaches varios, los manteles bordados típicos, kilims y alfombras persas.


Cruzamos la ciudad, y al salir vemos dos edificios enormes, suntuosos, de piedra, a cada lado del río. Pregunto si se trata de algo oficial, pensando en ministerios, parlamento o algo por el estilo, y son, uno la fábrica de vodka y vino, y el otro, la de coñac, marca Ararat. Seguimos hasta llegar a la iglesia Echmiadzin. Aparcados en la entrada hay una colección impresionante de coches de lujo y una limo range rover larguísima. La iglesia, ortodoxa, tiene una cúpula como bizantina, y en ella se celebra una boda detrás de otra. Al salir, un hombre les entrega a los novios unas palomas que éstos tienen que lanzar al cielo, todo el mundo aplaude, se lanzan pétalos de rosa al aire, y salen pitando porque la siguiente boda está a punto de comenzar.


Seguimos ruta. Esta vez, camino del Museo Vernissagge. Pero vemos un mercado desde el coche, un edificio enorme y arqueado, y le pedimos a Manuel que pare. Se trata de un sitio alucinante, con puestos de frutos secos, quesos frescos, miles de especias y productos típicos, con todos los productos muy bien colocados y muy colorido, es precioso. Todos quieren invitarnos a probar vodka, y una cecina de vaca curada con algo que le da un sabor picantísimo. O sea, que le damos bien al vodka, vaya.




El mercado es tan bonito que nos liamos a hablar con la gente y llegamos tarde. El museo de libros antiguos ha cerrado, son más de las cinco. Mal, porque el vigilante nos dice que ya no vuelven a abrir hasta el próximo martes.
Después nos vamos a la Plaza de la República, que es inmensa, con una rotonda gigante en el medio que ahora está vacía, pero que en sus tiempos tuvo una enorme estatua de Lenin.

7 comentarios:

Percival H. Fawcett dijo...

Fábricas de alcohol que lucen como Ministerios = Seriedad en el vicio , jaja !!!.

almu dijo...

jajaja diossss te estás tragando el diario entero! Mereces un premio

Percival H. Fawcett dijo...

Bueno , no , bueno si que lo merezco ..

( vocecilla interior :" pero , ¿ qué estás diciendo , gilipollas ...? )

eh , que no , la que lo mereces eres tú , Almu , que te lo has currado

( vocecilla interior : "si , ahora hazte el modosito .." )

almu dijo...

jajajaja

¿ataque de timidez?

Percival H. Fawcett dijo...

llámalo pudor .. ( jaja )

almu dijo...

jajajaja


qué tramposo

Luis Montero dijo...

Es como si hubieras viajado a un planeta más pobre. Parecen las ilustraciones esas de los 50 que dibujaban un futuro pop y alicatado hasta el techo.

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